martes, 12 de abril de 2011

ROLLO GRACIA

Esquema Rollo
 


1.    OBJETIVOS

1.1. Retomar el concepto de llamado a ser hombre, expuesto en IDEAL y ampliarlo al de Vida Plena realizado sólo en Cristo.
1.2. Sentar profundamente los cimientos de los Fundamental Cristiano: LA GRACIA.
1.3. Proclamar que el hombre está llamado a la unión con Dios, y que sólo Dios puede llenar el vacío del alma, por lo tanto, toda la existencia histórica del hombre debe estar marcado por una orientación hacia Dios.
1.4. Demostrar que Dios es Alguien cercano y agradable, pues es Amor. Que Dios quiere al hombre y al mundo de los hombres, por lo tanto, está comprometido en la historia de la humanidad.
1.5. Hacer comprender que Dios es “el gran interesado” en que se luche por redimir y liberar al hombre de cuanto pueda rebajar o esclavizar su dignidad humana: Historia de la Salvación. Dios cuenta con el hombre para la realización de su Plan de Salvación
1.6. Afirmar que lo “material” no es la única dimensión del hombre ni en ningún caso la más importante.
1.7. Hacer comprender que la intimidad con un Dios que ama, es fundamento indispensable de cualquier compromiso social.

2.    SITUACIÓN

2.1. Es el segundo rollo del primer día del cursillo
2.2. Es el rollo fundamental del Cursillo, el más importante de todos
2.3. Generalmente los participantes están más sueltos y más inquietos

3.    TÉCNICA

3.1. Es un rollo netamente teológico, el cual deberá ser adaptado por quien lo de a un lenguaje actualizado de fácil comprensión.
3.2. Debe ser un rollo vivencial. La vivencia y convicción íntima de quien lo da es tan importante como la claridad de ideas.
3.3. Lo anterior no significa dejar de lado la doctrina.
3.4. Debe presentarse como la verdad central. Todos los demás rollos y actos del Cursillo giran alrededor de éste.
3.5. Debe evitarse el entrar, tanto en el análisis negativo de la Gracia, es decir el pecado, como en la proposición de metas de carácter apostólico.
3.6. Debe ser un rollo simpático y optimista. La seriedad del misterio no debe hacerlo lúgubre, sino atrayente. El Rollo GRACIA debe ser presentado con gracia.


4.    IDEAS CLAVES

4.1. Dios es amor. El responde largamente a las aspiraciones insaciables del hombre.
4.2. Dios se comunica al hombre y le da a conocer su Plan que define su identidad dándoles sentido a su vida.
4.3. La Gracia de Dios es personalizante.
4.4. La Gracia es Dios que vive en nosotros.
4.5. La Gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo, libremente aceptados por el hombre, son la esencia del cristianismo: LO FUNDAMENTAL CRISTIANO.
4.6. La Gracia, don gratuito de Dios espera la respuesta personal e intransferible del hombre.
4.7. La Gracia compromete al hombre con Dios y con su Plan de Salvación, doble dimensión personal y social.
4.8. La Gracia no es algo, es ALGUIEN. La Gracia no es un ideología, es un PERSONA. La Gracia no es una doctrina, es CRISTO.

5.    SÍNTESIS

5.1. INTRODUCCIÓN

5.1.1.   El rollo ideal, es una llamada a ser hombre.
5.1.2.   La “hojas de Aficiones” nos han permitido ver cuál ha sido hasta ahora nuestra respuesta
5.1.3.   Este rollo, GRACIA, es una llamada a ser hombre cristiano.
5.1.4.   Dios es AMOR, Él responde a la inquietud del hombre en la búsqueda de un ideal que colme plenamente sus aspiraciones insaciables
5.1.5.   Para ello envía a su propio Hijo. Él nos da a conocer el Plan de Dios sobre nosotros y Él tiene la capacidad de transformar nuestra situación presente en otra infinitamente superior ya en esta vida, que define en plenitud nuestra identidad de hombre y le da sentido pleno a nuestra existencia proyectándola más allá de la vida temporal.
5.1.6.   Para Cristo GRACIA  es el tesoro escondido, la perla preciosa (Mt. 13, 44-46). El agua vida (Jn.4).
5.1.7.   Cualquier definición o explicación de GRACIA DIVINA peca por defecto. Es sólo el intento de explicar con nuestras categorías humanas una verdad divina verdaderamente inalcanzable para nuestra mente. La GRACIA  se vive, se experimenta y luego se intenta reflexionar sobre ella bajo la luz de la FE.

5.2. POSIBLE DEFINICIÓN

5.2.1.   GRACIA, ES LA VIDA DE DIOS COMUNICADA EN Y POR CRISTO GRATUITAMENTE AL HOMBRE Y ACEPTADA LIBREMENTE POR ESTE MEDIANTE LA FE.
VIDA DE DIOS: Es Dios mismo, dándose personalmente al hombre (Ex. 3, 13-15; Jn. 8, 12; 1 Jn. 4, 8).
COMUNICADA: Dios en su deseo de comunicarse se encarna en su Hijo y ofrece al hombre un camino de salvación. Dios es un ininterrumpida y total comunicación de AMOR entre las tres persona. –Dios, comunidad de amor, toma la iniciativa al autocomunicarse al hombre, cuando ama, su amor es creador. El Amor es UNITIVO Y DIFUSIVO por naturaleza. En y por Cristo, supremo don del Padre, todos recibimos la Gracia, el Espíritu se nos da abundantemente y se hace realidad la comunicación en nosotros de la santísima Trinidad (D.P. 243; 1 Jn. 1, 2. 16.; 4, 9-10)
GRATUITAMENTE: Dios nos da su Gracia en un acto de su infinita generosidad. Su único móvil es el Amor, el cual está dentro de Él mismo, es Él mismo. La Gracia es un don gratuito de Dios, es un regalo con sentido absoluto (Jn. 4, 10; Rm. 5, 16; Ef. 2, 8; 1, 4-6). Dios Padre nos ama (Lo fundamental cristiano C.I.C. 1998).
ACEPTADA LIBREMENTE POR ESTE: El amor de Dios exige de parte nuestra una respuesta, que puede ser positiva (Aceptación) o negativa (Rechazo). Esta respuesta es en todo caso personal e intransferible. El hombre es el único responsable, usando de su libertad de abrirse o no a la GRACIA (Jn. 14, 15-16.21.23; C.I.C.2002).
Si el hombre acepta, Dios se hace realidad en él. Nuestra libertad se realiza plenitud por la aceptación filial y fiel de Dios (G.S. 18; DP 326). De nuestra aceptación brotará una exigencia de comunión y participación como hijos, como hermanos y como señores (DP 326). Si el hombre rechaza la Gracia, frustra en si el Plan de Dios, rechaza el amor y mantiene su ataduras, ya que sólo la Gracia puede liberarlo de ellas (2 Cor. 3, 17). La aceptación es un don de Dios capacita para consentir, pero respeta siempre la decisión del hombre.
MEDIANTE LA FE: La aceptación de la Gracia exige un acto de fe. El SI a Cristo es un acto de amor. El encuentro con Cristo y el SI dado a todo Su Ser, Su Obra Salvadora, Su muerte y Su resurrección, produce en quien lo da y lo vive un cambio existencial (Jn. 20, 31; Rom. 4, 16; C.I.C. 2001).

5.3. EFECTOS DE LA GRACIA (C.I.C. 1996)

5.3.1.   Hace al hombre “una nueva criatura”; “un hombre nuevo”. (Ef. 4, 24; Gal. 6, 15; Col. 3, 9-10).
5.3.2.   Hace al hombre hijo adoptivo de Dios (C.I.C. 1997).
5.3.3.   Hace al hombre heredero y coheredero con Cristo de Dios y de la vida Eterna.
5.3.4.   Hace al hombre Santo (C.I.C. 1999).
5.3.5.   Hace al hombre amigo íntimo de Cristo y lo incorpora al cuerpo de Cristo (Ef. 5, 30).
5.3.6.   El hombre ya no se pertenece a sí mismo sino a Dios, su Padre.
5.3.7.   Hace al hombre TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO.
5.3.8.   Libera al hombre del pecado (E.N. 9)
5.3.9.   Hace que le hombre entre en dialogo de amor, en comunión  con Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Jn. 1, 1-4).
5.3.10.               Hace que el hombre sea verdaderamente persona.
5.3.11.               Da sentido a la existencia humana y cristiana.
5.3.12.               Hace al hombre capaz de compartir la profundidad de su comunión interior con Dios y lo transforma en signo vivencial de ella (D.P. 243)
5.3.13.               Incorpora al hombre a la Iglesia, al Pueblo de Dios peregrino en esta vida.

5.4. HISTORIA DE LA SALVACIÓN

5.4.1.   la Gracia en el Antiguo Testamento
-       Dios elige un Pueblo (Israel).
-       Hace una Alianza con él.
-       Le hace una promesa: la tierra prometida
5.4.2.   La Gracia en el Nuevo Testamento:
-       Dios se hace personalmente presente en la Historia en la Persona de Cristo.
-       Acontecimiento SALVIFICO y Escatológico.
-       Presencia histórica y salvadora de Cristo en los Sacramentos, en la Palabra, en el Espíritu, en la Fe, en la Vida Nueva de la Iglesia.
-       Dimensión social y aspecto liberador e histórico de la Gracia.

5.5. CONCLUSIÓN

5.5.1.   La Gracia para el que la acepta, es el Cielo ya abierto en la tierra.
5.5.2.   La Gracia es el manantial que brota actualmente y que llega hasta la Vida Eterna. Es lo único que puede colmar los vacíos del hombre.
5.5.3.   Es una llamada a ser hombre cristiano, a entrar en comunión con Dios y construir un mundo nuevo.
5.5.4.   La Gracia es la plenitud del hombre y de la humanidad. Es la verdadera felicidad del hombre y de la gran familia humana. Cristo es el alfa y el omega, en él se conjuga y perfecciona todo lo creado.
5.5.5.   Este es el IDEAL TOTAL, el IDEAL POR EXELENCIA.

ANEXOS (Citas)
 

Catecismo de la Iglesia Católica

1996 Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1, 12-18), hijos adoptivos (cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17, 3).
1997 La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como ‘hijo adoptivo’ puede ahora llamar ‘Padre’ a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia.
1998 Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural. Depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, porque sólo El puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda creatura (cf 1 Co 2, 7-9)
1999 La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (cf Jn 4, 14; 7, 38-39):
Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo (2 Co 5, 17-18).
2000 La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación.
2001 La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que El mismo comenzó, ‘porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida’ (S. Agustín, grat. 17):
Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada. (S. Agustín, nat. et grat. 31).
2002 La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo El puede colmar. Las promesas de la ‘vida eterna’ responden, por encima de toda esperanza, a esta aspiración:
Si tú descansaste el día séptimo, al término de todas tus obras muy buenas, fue para decirnos por la voz de tu libro que al término de nuestras obras, ‘que son muy buenas’ por el hecho de que eres tú quien nos las ha dado, también nosotros en el sábado de la vida eterna descansaremos en ti. (S. Agustín, conf. 13, 36, 51).
2003 La gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica. Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas son las gracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos. Son además las gracias especiales, llamadas también ‘carismas’, según el término griego empleado por san Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (cf LG 12). Cualquiera que sea su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la Iglesia (cf 1 Co 12).
2004 Entre las gracias especiales conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia:
Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio, la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad (Rm 12, 6-8).
2005 La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras para deducir de ellos que estamos justificados y salvados (Cc. de Trento: DS 1533-34). Sin embargo, según las palabras del Señor: ‘Por sus frutos los conoceréis’ (Mt 7, 20), la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de confianza:
Una de las más bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de santa Juana de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: ‘Interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: «si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera conservar en ella»’ (Juana de Arco, proc.).

Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (Pablo VI)

9. Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a Él. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo, y se logra de manea definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado pacientemente a través de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre (Cf. Mt. 24, 36; Hch. 1, 7; 1 Tes. 5, 1-2).

La Evangelización en el Presente y en el Futuro de América Latina. Documento de Puebla.

243. El fuego que vivifica la Familia de Dios es el Espíritu Santo. Él suscita la comunión de fe, esperanza y caridad que constituye como su alma invisible, su dimensión más profunda, raíz del compartir cristiano a otros niveles. Porque la Iglesia se compone de hombres dotados de alma y cuerpo, la comunión interior debe expresarse visiblemente. La capacidad de compartir será signo de la profundidad de la comunión interior y de su credibilidad hacia afuera (Cf. Jn 17,21.). De allí la gravedad y el escándalo de las desuniones en la Iglesia. En ella se juega la misión misma que Jesús le confió: su capacidad de ser signo y prueba de que Dios quiere por ella convertir a los hombres en su Familia.

326. A través de la indisoluble unidad de estos tres planos aparecen mejor las exigencias de comunión y participación que brotan de esa dignidad. Si sobre el plano trascendente se realiza en plenitud nuestra libertad por la aceptación filial y fiel de Dios, entramos en comunión de amor con el misterio divino; participamos de su misma vida (Cf. GS 18.). Lo contrario es romper con el amor de hijos, rechazar y menospreciar al Padre. Son dos posibilidades extremas que la revelación cristiana llama gracia y pecado; pero éstas no se realizan sino extendiéndose simultáneamente a los otros dos planos, con inmensas consecuencias para la dignidad humana.

Concilio Vaticano II: Constitución Gaudium et Spes

18. El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por se irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sea, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera.

Documento de Aparecida

104. Bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, creada 
a su imagen y semejanza. Nos ha creado libres y nos ha hecho 
sujetos de derechos y deberes en medio de la creación. Le agradecemos 
por asociarnos al perfeccionamiento del mundo, dándonos 
inteligencia y capacidad para amar; por la dignidad, que 
recibimos también como tarea que debemos proteger, cultivar y 
promover. Lo bendecimos por el don de la fe que nos permite vivir 
en alianza con Él hasta compartir la vida eterna. Lo bendecimos 
por hacernos hijas e hijos suyos en Cristo, por habernos redimido 
con el precio de su sangre y por la relación permanente que establece 
con nosotros, que es fuente de nuestra dignidad absoluta, 
innegociable e inviolable. Si el pecado ha deteriorado la imagen 
de Dios en el hombre y ha herido su condición, la buena nueva, 
que es Cristo, lo ha redimido y restablecido en la gracia (cf. Rm 5,
12-21).



255. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso, “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”(NMI 33).

263 (...) Es también una expresión de sabiduría sobrenatural, porque la sabiduría del amor no depende directamente de la ilustración de la mente sino de la acción interna de la gracia(...).



348. La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es que Jesucristo, 
el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo 
a hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4), a participarnos 
de su propia vida. Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y 
del Espíritu Santo, la vida eterna. Su misión es manifestar el inmenso 
amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El 
anuncio del kerygma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador 
de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. 
Esto es lo primero que necesitamos anunciar y también escuchar, 
porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida cristiana y 
en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: “Por la gracia de 
Dios soy lo que soy” (1 Co 15, 10).


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